Tiempos Codificados En Lenguas De Hierro

«Y aumentará la ciencia; muchos correrán de aquí para allá.»
Daniel 12:4


La humanidad ha cruzado un umbral invisible. Ya no se trata simplemente de avanzar tecnológicamente, sino de habitar un nuevo lenguaje de existencia: uno codificado, artificial, frío, preciso, pero espiritualmente ajeno. Estamos ante un ciclo en el que el hierro habla, las máquinas razonan, y la carne busca fusionarse con el metal. Este es un tiempo sellado, anticipado hace siglos, cuando las antiguas visiones veían una era en la que el conocimiento sería multiplicado, y con ello, también el orgullo del hombre.

En los últimos meses, hemos presenciado una aceleración sin precedentes en diversas áreas. La inteligencia artificial ha comenzado a redefinir la conciencia colectiva. Plataformas como ChatGPT, Gemini y Claude no solo responden preguntas: ahora generan arte, predicen comportamientos, redactan discursos políticos e incluso simulan emociones. El mundo ha sido encantado por una inteligencia que no tiene alma, pero que imita la voz humana con una exactitud seductora.

A la par, el campo de la biotecnología está tocando las fibras más sagradas de la identidad. Científicos han anunciado avances en manipulación genética mediante CRISPR-Cas9, con la capacidad de editar no solo enfermedades, sino también características físicas y mentales. ¿Estamos jugando a ser creadores, o simplemente cumpliendo una antigua advertencia: “como en los días de Noé”? (cf. Mateo 24:37)

Los gobiernos y corporaciones, de forma casi unánime, empujan hacia monedas digitales centralizadas (CBDCs), con algoritmos que no solo registran cada transacción, sino que podrían —y algunos ya lo hacen— restringirlas según puntuaciones de comportamiento. La vigilancia ya no es una posibilidad distópica; es una realidad aceptada, incluso celebrada, cuando viene envuelta en la promesa de seguridad o conveniencia.

Simultáneamente, el tejido social se descompone bajo el peso de ideologías que cambian cada mes. En las aulas, ya no se enseña a pensar, sino a repetir. En las redes, se castiga la verdad si no está homologada por los algoritmos de aceptación. La confusión no es accidental: ha sido programada. “Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:12).

Y mientras la tierra gime con señales cada vez más violentas —olas de calor extremo, inundaciones en países no acostumbrados, terremotos en zonas dormidas—, el alma humana también tiembla. Muchos sienten que algo no está bien, aunque no sepan nombrarlo. Lo visible está trastornado porque lo invisible ha sido ignorado.

¿Dónde está la sabiduría que disierne entre el brillo de la innovación y el resplandor de una trampa? ¿Dónde está el entendimiento que distingue entre lo que parece progreso y lo que es desviación?

Muchos hoy creen que hemos llegado al cenit del desarrollo. Sin embargo, la visión revelada nos advierte: este tipo de aumento no es neutro. Hay un saber que edifica, y otro que hincha (cf. 1 Corintios 8:1). Hay ciencia que honra al Creador, y otra que reemplaza Su trono con datos y procesadores.

No es casual que, en medio de este tiempo, la fe sea ridiculizada, la familia disuelta, y la verdad relativizada. Se han levantado falsos pastores, falsos profetas digitales, gurús del alma en plataformas de streaming, ofreciendo redención sin renuncia, iluminación sin arrepentimiento, salvación sin transformación. ¿Acaso no está escrito? “Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos.” (Mateo 24:11)

La hora es grave. Pero no es para el temor, sino para el despertar. Porque incluso en medio de la oscuridad digital, aún hay lámparas encendidas. El discernimiento no ha desaparecido; simplemente ha sido desplazado por la prisa. La sabiduría sigue hablando, pero ya no en los altares conocidos: ahora lo hace en la conciencia silenciada, en el clamor de los hijos confundidos, en los sueños de quienes aún buscan.

Lo que estamos viviendo no es solo una transición tecnológica; es una transformación espiritual global. Estamos entrando en los días en que la marca ya no es solo simbólica, sino literal: marcas biométricas, identificaciones digitales, contratos inteligentes que obligan sin papel. “Y hará que a todos, pequeños y grandes… se les ponga una marca…” (Apocalipsis 13:16)

Quien tiene oídos, que oiga. No todos los avances son luz. No toda conexión es comunión. No toda voz que habla es palabra de vida. Es tiempo de elegir: ¿nos fusionaremos con la maquinaria del sistema o nos alinearemos con el ritmo eterno del Espíritu?


Conclusión Transformadora
Cuando el hierro comience a hablar como hombre, que el hombre recuerde que su alma no fue hecha de código, sino de aliento eterno.


Declaración de Fe y Bendición Final
No estamos perdidos. Aquel que conoce los códigos secretos del corazón también escribió el fin desde el principio. Nada se escapa a Su diseño, ni los algoritmos, ni las pandemias, ni los gobiernos. La historia aún se inclina hacia la redención, no hacia el caos. Por eso, mantente firme. Que tu discernimiento no sea apagado por la distracción, ni tu fe por el ruido del hierro parlante.

«Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán…”
Lucas 21:36

Avanza sin temor: el que conoce los tiempos también conoce tu nombre.
Bendición y discernimiento para ti en este tiempo señalado.

🕊️ Oh Eterno Señor, en medio del tumulto digital, despierta en nosotros una sabiduría que no se deja programar. Que sepamos separar la verdad del artificio, y que aun en medio del hierro, podamos vivir guiados por el Espíritu. Amén.

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