
Con reverencia y humildad nos acercamos al texto sagrado de Apocalipsis 13:11-18, una de las secciones más densas, simbólicas y enigmáticas del Libro de la Revelación. Este pasaje ha inquietado a generaciones, ha sido objeto de exégesis, interpretación y debate entre sabios de muchas tradiciones. Su contenido no solo nos desafía intelectualmente, sino que nos llama a una profunda reflexión espiritual sobre el misterio del mal, la idolatría, el engaño y la fidelidad al Santo Bendito Sea.
Texto: Apocalipsis 13:11-18 (RVR1960)
«Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón. Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada. También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió. Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase. Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis.»
I. La Segunda Bestia: El Falso Profeta y la Seducción Espiritual
El texto describe la aparición de una segunda bestia, distinta de la primera que surge del mar (Ap 13:1), esta asciende de la tierra, lo cual en lenguaje bíblico puede aludir a algo que se levanta desde los sistemas humanos, desde la humanidad misma, no como un poder violento y visible, sino más sutil y religioso.
Esta bestia tiene dos cuernos como de cordero, pero habla como dragón. El contraste es inquietante: apariencia de inocencia (cordero), pero habla con la voz del mal (el dragón, símbolo satánico en Ap 12:9). Aquí se cumple la advertencia de Yeshúa (Jesús):
“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.” (Mateo 7:15)
Los rabinos enseñan que la idolatría, una de las más graves transgresiones según la Torá (Éxodo 20:3-5), a menudo no se presenta de forma grotesca o claramente herética, sino disfrazada de espiritualidad. El Talmud (Sanedrín 63b) advierte que el impulso hacia la idolatría es persistente y astuto, y que las naciones la adoptan muchas veces bajo pretextos de religión, ciencia o unidad.
La segunda bestia representa una perversión del sacerdocio o del liderazgo espiritual: parece como un cordero, imitando al Cordero de Dios (Ap 5:6), pero su voz revela su naturaleza auténtica. Su propósito es desviar la adoración hacia la primera bestia, cuyo poder es político y militar, mostrando así una unión nefasta entre religión y tiranía.
II. Señales, Fuego del Cielo y el Engaño de los Milagros
La bestia realiza grandes señales (Ap 13:13), incluso haciendo descender fuego del cielo. Este gesto recuerda al profeta Elías en el monte Carmelo (1 Reyes 18:38), cuando el fuego cayó y consumió el sacrificio para probar quién era el verdadero Dios. Pero aquí el fuego es falso, usado no para glorificar a Hashem, sino para legitimar una mentira.
Esto concuerda con las palabras del apóstol Pablo:
“…cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad…” (2 Tesalonicenses 2:9-10)
La tradición rabínica advierte contra los nissim sheker (milagros falsos). El Rambam (Maimónides) enseña en su Mishné Torá (Hiljot Yesodé HaTorá 8:1) que los milagros no son pruebas definitivas de verdad profética; solo la fidelidad a la Torá y a la verdad revelada puede ser criterio. El Mashíaj verdadero no solo hará señales, sino que restaurará el mundo a la Torá (Isaías 2:3).
III. La Imagen Animada y la Idolatría Tecnológica
La imagen de la bestia cobra vida y habla, ordenando la muerte de quienes no la adoren (Ap 13:15). Esta es una imagen de la idolatría definitiva: una falsificación de la creación misma, donde el hombre imita el soplo de Dios (neshamá) en Adán (Génesis 2:7), pero lo usa para animar una abominación.
Esto puede simbolizar tecnologías, sistemas de poder o instituciones que exigen obediencia absoluta, de forma casi religiosa. El midrash (Bereshit Rabbah 38:13) dice que Nimrod obligaba a todos a postrarse ante una imagen suya, símbolo del primer intento de deificar al hombre. En Apocalipsis, ese patrón se repite.
IV. La Marca: Mano y Frente – Control y Lealtad
La marca en la mano derecha y en la frente recuerda las palabras del Shemá Israel:
“Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos” (Deuteronomio 6:8)
En la tradición judía, esto se refiere a los tefilín, símbolo de la obediencia a Dios. En contraste, la marca de la bestia representa una falsa lealtad religiosa y económica, un pacto con el sistema del mundo, que exige sumisión para sobrevivir.
Nótese la dimensión económica: “que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca…” (Ap 13:17). Esto apunta a un control totalitario, no solo del cuerpo, sino de la conciencia y del sustento.
El Talmud (Avodá Zará 17a) relata que Rabí Janiná ben Teradion fue ejecutado por enseñar Torá en público durante la persecución romana. Cuando le ofrecieron salvar su vida a cambio de renunciar a la Torá, respondió: “Me han dado un fuego que consume, pero yo tengo una Torá que ilumina.”
V. El Número 666: Sabiduría en el Misterio
Finalmente, el texto clímax del pasaje:
“Aquí hay sabiduría… su número es seiscientos sesenta y seis.” (Ap 13:18)
El número 666 ha sido interpretado de muchas maneras. Algunos lo han relacionado con Nerón César usando gematría (numerología hebrea), pues su nombre en hebreo (נרון קסר) suma 666. Otros lo entienden simbólicamente como la imitación incompleta del número 7, símbolo de plenitud divina. El 6 repetido tres veces sería el número del hombre (creado en el sexto día), elevado por soberbia a la posición de divinidad, sin llegar jamás a la perfección de Dios.
En la gematría hebrea, el número 6 está asociado con la letra vav (ו), que también es la letra que une palabras o frases («y»). Así, 666 puede aludir a una conexión falsa, una unidad sin Dios, una globalización impía.
Conclusión: Fidelidad en Medio del Engaño
El mensaje de Apocalipsis 13 no es solo una advertencia escatológica. Es un llamado eterno, válido para todas las generaciones: ¿a quién adoraremos? ¿A qué sistema daremos nuestra lealtad? ¿Dónde está nuestro sustento y salvación?
La Torá nos llama a escribir las palabras de Dios en nuestras manos y frentes (Dt 6:8), pero el mundo ofrece una marca falsa. El Mesías verdadero nos sella con su nombre (Ap 14:1), mientras la bestia sella con el suyo.
El profeta Elías preguntó al pueblo:
“¿Hasta cuándo claudicaréis entre dos pensamientos? Si el Señor es Dios, seguidle…” (1 Reyes 18:21)
Hoy esa pregunta sigue viva. En un mundo lleno de voces que imitan la piedad pero niegan el poder de Dios (2 Tim 3:5), el llamado es a discernir, resistir el engaño y permanecer firmes en la verdad revelada, incluso cuando eso implique perder el sustento, el estatus o la vida.
Oración Final
Oh Eterno, Dios de Abraham, Isaac y Jacob,
Danos ojos para ver y oídos para oír.
Presérvanos de la idolatría disfrazada,
Y líbranos del engaño de la bestia y de su imagen.
Graba tu Torá en nuestras mentes y corazones,
Y séllanos con el Nombre de tu Ungido.
Que podamos permanecer firmes en la hora de la prueba,
Y que la luz de tu verdad nos guíe hasta el fin.
Amén.
«Cuando el mundo exija tu adoración, recuerda que ya has sido sellado por Aquel que dio su vida por ti. La fidelidad a Dios es más valiosa que cualquier marca del sistema.»
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